Y también cómo año con año nuestros raquíticos y mal explotados bosques se incendian con llamaradas cuya resistencia es inaudita: no se extinguen ni siquiera con discursos; aguantan las salivosas declaraciones de cuanto burócrata con micrófono haya a la mano.
Y también son resistentes a las palabras, los mares de agua negra en el oriente de la ciudad de México, donde el sueño salinista del Valle de Chalco-Solidaridad, se regresa al fétido pantano año con año, como para decirnos lo improcedente de tan socorrida demagogia tricolor.
La Comisión Nacional del Agua ha hecho una vez más el ridículo, como le ha ocurrido en el norte coahuilense a la Comisión Nacional Forestal.
La comisión del agua en la podredumbre. La comisión del árbol en el incendio.
El 10 de febrero José Luis Luege informó, como si les hablara a menores de edad:
“La Comisión Nacional del Agua (Conagua) inició el bombeo de un volumen de aproximadamente 140 mil metros cúbicos de aguas negras que durante la inundación se introdujeron por la lumbrera uno y se acumularon en el túnel río de La Compañía, ubicado a una profundidad de 30 metros, en el sitio de la ruptura del bordo de esa corriente…”
“El bordo del canal río de La Compañía (8 días después) está resistiendo bien, pero se mantiene una vigilancia estrecha en los puntos vulnerables que se tienen identificados para estar muy pendientes por si se presenta alguna filtración y atenderla inmediatamente”.
La filtración se presentó; nadie la atendió de inmediato y treinta metros de los muros de contención se vinieron abajo en la fétida torrentera. La estación de bombeo de La Caldera, cuya inversión fue de casi mil 700 millones de pesos, simplemente no funcionó para los fines previstos.
El alcalde de Valle de Chalco, Luis Enrique Martínez Ventura, compartió de esta manera su ignorancia:
“No me explico qué pasó; alguien cometió un error, no sé si se quisieron ahorrar algún combustible porque el túnel profundo no estaba operando bien”.
Pero los burócratas ya tienen a quien culpar.
Si la violencia en Tamaulipas se le debe al Kilo, la navegación fecal tiene un responsable: “El colchón”, pues la gente insensible, incivil, inculta y cochina, llena de basura las instalaciones hidráulicas.
“Hasta un colchón hemos encontrado en el cauce”.
Cuando se puso en servicio el túnel profundo, lleno de satisfacción por el seguro y seco porvenir, el presidente Felipe Calderón lanzó una profecía hasta ahora incumplida:
“(…una obra gigantesca) que evitará y terminará con las inundaciones derivadas del Río de la Compañía, con eso estaremos evitándole a la gente otra tragedia como la ocurrida el año pasado… sabemos lo mucho que ha sufrido la gente… nunca más inundaciones catastróficas en Ixtapaluca, Chalco, Solidaridad…”
Pero mientras al pie de los volcanes el detritus navega como si fuera moderna chinampa, en Coahuila 165 mil hectáreas con vegetación de distinto tipo se han convertido en cenizas y los fuegos forestales amenazan con hacer de las suyas en otros estados y en Veracruz, donde ya aparecieron algunos culpables de la llama, un señor a quien apodan El Colillas.
Jesús Dorantes, gerente regional de la Conafor en Veracruz, ha dicho de los incendios:
“…en 2010 las lluvias, desbordamientos de ríos e inundaciones erosionaron grandes extensiones de vegetación…también en 80 por ciento de los casos los siniestros son provocados por actividades humanas, ya sea por quemas agrícolas, combustión de basura o por descuidos de campistas que encienden fogatas, dejan vidrios o tiran colillas de cigarro en áreas verdes”.
Así pues Don Colilla, Don Colchón y la inútil doña Caldera son los culpables de todo esto.
Ni una palabra del desorden urbano, nada relacionado con los negocios inmobiliarios cuya proliferación satura y excede los servicios; ni siquiera un pensamiento para la reubicación de vecinos asentados donde nunca debieron estar. Nada, todo tiene una explicación para salir del paso y si halla justificaciones aún en el peor mundo de los pretextos inventados, las cosas se resuelven. Total, se manda un boletín de prensa, se hace una promesa y asunto terminado.
A fin de cuentas nada más falta unos meses para el nuevo desbordamiento.
La gente nació para aguantarse, los políticos para mentir y engañar y la realidad para ponerlos a todos en su lugar.